Los museos son instituciones complejas, tanto como las sociedades que los construyen. Aunque a primera vista nos parecen profundamente tradicionales e inamovibles, que se han configurado de acuerdo a las características y al contexto de la comunidad o la sociedad a la que pertenecen; sus valores, la misión, el concepto y la definición de museo están en constante evolución.
La palabra museo proviene del griego mouseion, es decir, la casa de las musas. Esta palabra se usó por primera vez en Alejandría para nombrar el complejo cultural creado por Ptolomeo II (285 A.C.), lugar provisto de observatorio astronómico, jardín botánico, colecciones zoológicas y la gran biblioteca de Alejandría, lugar donde se reunían sabios y filósofos (Hernández Hernández, 2001), sin embargo, en este mouseion no se encontraba el museo encargado de conservar y exhibir, razón por la cual el museo que hoy en día visitamos obedece a razones diferentes a la reunión para la reflexión.
Las colecciones religiosas y sagradas de los templos de oración en Grecia, como fueron Delfos, Olimpia y Efeso, constituyen el verdadero antecedente de los museos tradicionales, teniendo en cuenta que en ellos se conservaban y sacralizaban bellos objetos de adoración a los dioses. Lugares que sirvieron para la oración y también para que el visitante disfrutará de ellos. Rivière (1993) relata que esto los convirtió en los primeros depósitos de obras de arte, ya que se crearon edificios destinados al resguardo de aquellas obras que los templos ya no podían proteger debido al creciente número de ellas, lo que llevó a la creación de espacios destinados únicamente a conservar y guardar dichas obras, y por la importancia de su contenido recibió el nombre de “Thesaurus”. A la par de éstos, en Atenas surgen las “Pinakotheke”, lugar en el que se conservaban los estandartes, cuadros, tablas y obras de arte de mundo antiguo (Schmilchuk, 1987).
Fernández (1993) explica que durante la Edad Media, los museos o sus antecedentes fueron producto de los botines de guerra y de las conquistas. La iglesia católica en sus monasterios, los señores feudales y los príncipes comenzaron a formar colecciones particulares donde se resguardaban grandes obras de arte obtenidas por la rapiña durante las guerras, estas colecciones se limitaban para el disfrute de sus dueños y amistades. No es hasta el Renacimiento que encontramos los antecedentes de mayor peso del museo moderno: los gabinetes de curiosidades utilizados principalmente por la burguesía y la aristocracia para guardar pequeñas y raras colecciones tales como: insectos, mapas, piedras preciosas y pinturas con la finalidad de dar a conocer de alguna manera sus posesiones y poder de adquisición similar al de la monarquía, no obstante la verdadera aportación está en la apertura de las colecciones a los investigadores y estudiantes en ciertas épocas del año para iniciar investigaciones y estudios en torno a la biología y la naturaleza ( Fernández, 1993).
Es en el siglo XVIII cuando se consolida el museo como institución abierta. El gran paso fue resultado de la Revolución Francesa y de la toma del magisterio francés del palacio de Luis XVI. Donde la torre de Louvre se resguarda en la defensa de los tesoros patrimoniales ahí contenidos, hecho que aceleró la creación del primer museo público en Francia, al tomar las colecciones reales y religiosas y hacerlas de propiedad del Estado. Pero la apertura al público general no fue garantía de democratización de la cultura.
No obstante, para Francisca Hernández (2001) existen dos antecedentes anteriores a la creación del Museo de Louvre, el primero de ellos es la fundación del Ashmolean Museum (1683) de Oxford, cuyas colecciones estaban compuestas de piedras, animales, plantas e instrumentos científicos, lo que hoy en día correspondería a un museo de historia natural, y el segundo antecedente (el primer museo de arte e historia aunque no como institución pública) remite a la colección, resultado del descubrimiento de Pompeya y Herculano, que consistió en la exposición de bronces, medallas, esculturas y pequeños objetos en las salas de la Villa real de Portici, que aún conserva el rotulo de: Herculanense Museum (1738).
Ya en el siglo XX, al término de la segunda guerra mundial, comienzan a darse cambios en las necesidades de las sociedades, tomando la educación un lugar fundamental en la construcción de la sociedad, generando así las primeras conceptualizaciones y convenciones en torno al museo moderno, y que tienen como principal representante la constitución del Consejo Internacional de Museos, ICOM, en 1946, institución dedicada al apoyo y formación profesional del museo, quien lo define como: El museo es una institución permanente, sin fines de lucro, al servicio de la sociedad y de su desarrollo, abierta al público, que adquiere, conserva, estudia, expone y transmite el patrimonio material e inmaterial de la humanidad y de su medio ambiente con fines de educación y deleite (ICOM, 2012).
Es aquí donde llegamos a lo que hoy conocemos como museo, cuando termina su tránsito al ámbito público y sus exposiciones comienzan a responder a las expectativas de nuevas capas de la población y nuevos intereses culturales, educativos y económicos, pasando a ser una institución cultural de masas. No obstante aún en el siglo XXI el museo continúa fungiendo como almacén especializado centrado en el objeto, aún cuando la definición del ICOM presenta una apertura hacia actividades distintas a la conservación, ya que el problema radica en que éstos continúan girando en torno a los objetos que resguarda, lo que es innegable es la evolución de las funciones del museo que como consecuencia de las necesidades de la sociedad lo han llevado de contenedor a transmisor y educador, dando pie a la aparición de los museos de carácter lúdico y educativo, principalmente en Estados Unidos.
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